Este término es de uso común para referirse a los microorganismos que causan enfermedad, aunque no la provoquen en todos los huéspedes.
A un nivel molecular o celular, los microbios pueden infectar al huésped y multiplicarse rápidamente, causando enfermedades por su simple presencia y causando un desequilibrio homeostático en el cuerpo, o mediante la secreción de toxinas que pueden provocar la aparición de síntomas.
Los virus también pueden infectar al huésped con ADN virulento que puede afectar los procesos celulares normales como (transcripción, traducción, plegamiento de las proteínas o eludir la respuesta inmune.
Sus hallazgos iniciales fueron simples dibujos de la bacteria, pero hasta 1880 publicó muchos otros documentos relacionados con ella.
Muchos de estos hallazgos pasaron inadvertidos hasta que Robert Koch volvió a descubrir el organismo en 1884 y lo relacionó con la enfermedad.
[4] Dentro del huésped, los patógenos pueden realizar una serie de acciones que causan la enfermedad y desencadenan la respuesta inmune.
Al final, este es reactivado y se introduce en el ciclo lítico, lo que le da una "vida propia", por decirlo de algún modo, indefinida.
Esto se puede ver en el parásito unicelular Plasmodium falciparum, que causa la malaria en los seres humanos.
Estos medicamentos están diseñados específicamente para matar a los microbios o para inhibir su crecimiento en el entorno de acogida.
Los antibióticos son sustancias químicas producidas por microbios que se pueden utilizar contra otros patógenos, como la penicilina y la eritromicina.
Debido al uso excesivo de antibióticos, las bacterias que han desarrollado mutaciones genéticas para combatir el fármaco pueden sobrevivir.