Esos primeros colonos fueron dejados a su propia suerte y acabaron siendo acogidos por los grupos indígenas que vivían en el litoral.
La Corona Portuguesa prefería invertir en su expansión comercial en Continente Asiático y valorizaba muy poco sus posesiones en América.
En este periodo, llegaron a Brasil portugueses de todos los tipos: desde el rico hacendado, pasando por aventureros, prostitutas, huérfanos y empresarios fallidos.
en el Nordeste brasileño nació poco después una sociedad azucarera rígida, formada por los colonos portugueses y sus esclavos africanos.
En su mayor parte, de forma discreta, desembarcaron en la colonia judíos, muchos cristianos nuevos y gitanos.
A partir del siglo XVIII, la inmigración portuguesa en Brasil alcanza cifras jamás vistas.
Cuando la emigración tomó proporciones altísimas, la Corona comenzó a controlar la salida de portugueses para Brasil.
Llegaron a Brasil en aquel año 15 mil nobles y personas de la alta sociedad portuguesa.
Con la decadencia de las minas a fines del siglo XVIII, la inmigración portuguesa sufrió un descenso, pero creció nuevamente a inicios del siglo XIX con la llegada de la Monarquía portuguesa.
A partir de la mitad del siglo XIX, la inmigración portuguesa en Brasil toma un carácter casi exclusivamente urbano, al contrario de otros emigrantes alemanes e italianos que eran mandados a trabajar en la agricultura.
Al llegar a Brasil, buscaban parientes o se instalaban en pequeños cortizos.
No obstante, la proximidad entre ambas culturas hizo fácil la integración de portugueses en Brasil.
Hoy en día se nota un aumento significativo de portugueses que compran propiedades en Brasil, sobre todo en el Nordeste.