La industria del sexo representa una parte importante de la economía mundial.
La explosiva popularidad de la videograbadora en los años 1970 y 1980 condujo a un crecimiento sin precedentes para la industria cinematográfica para adultos.
[1] Por lo tanto, imágenes como los espectáculos sexuales y los striptease no se consideran pornografía.
[3] Sin embargo, se desconoce si la pornografía fomenta, reduce o no tiene ningún efecto sobre la agresión sexual a nivel individual, ya que la correlación no puede ser causal.
Asimismo, comenzaron a aparecer numerosos sitios web donde las trabajadoras sexuales podían anunciarse para captar clientes.