Un informe publicado en 2015 por el Departamento de Asuntos del Consumidor de la Ciudad de Nueva York señaló que los productos comercializados orientados específicamente a mujeres cuestan en promedio un 7% más que los productos dirigidos hacia hombres en dicha ciudad.
[2] Una investigación de la GAO (Government Accountability Office) encontró que las diferencias de precios vinculadas al género se extienden a servicios financieros, como las hipotecas.
[6] El impuesto menstrual, mejor conocido en países anglosajones como impuesto al tampón, hace referencia a la situación en la que los tampones y otros productos de gestión menstrual no tienen las mismas exenciones de impuestos que tienen otros productos considerados de necesidad básica.
Quienes proponen este término argumentan que los productos de higiene para el ciclo menstrual deberían estar clasificados en las exenciones impositivas del mismo modo que otros elementos de higiene personal imprescindible.
[9][10] La BBC estima que las mujeres —destacablemente la mitad de la población global— necesitan usar estos productos durante aproximadamente una semana al mes por aproximadamente treinta años.