Fue beatificada en 1826 por el papa León XII, por lo que es usualmente conocida como la beata Imelda.
Aun siendo pequeñita, tenía una gran piedad, y hacía pequeños altares frente a los cuales oraba largamente.
Ahí, aun cuando no estaba obligada, seguía la regla con devoción y aplicación, suplicando a las religiosas y a su confesor que la dejaran comulgar, lo que ellos rechazaron, pues aún no tenía la edad permitida.
Imelda se prosterna, y cuando las hermanas vinieron a revisarla para llevársela, la encuentran muerta con la cara en un éxtasis.
Fue beatificada en 1826 por el papa León XII y fue declarada patrona de los primeros comulgantes en 1910 por el papa Pio X quien, en ese año, decreta que los niños podrían hacer su primera comunión a una edad menor a la establecida anteriormente.