Se trataba de una idea revolucionaria: construir una sala gigante que posteriormente podría ser sacralizada con varios altares, dispuestos por el espacio.
Por la reputación que tenía Plečnik en los círculos eclesiásticos, el párroco decidió encargarle el trabajo, pero Plečnik al principio no quería aceptarlo, diciendo que no conocía suficientemente la creencia de los checos.
En 1925 diseñó un nuevo plano para Praga que era más barato y dos años más tarde concluyó el proyecto con la intención de que la construcción de la iglesia requiriera aún menos recursos.
En 1931 Plečnik envió a Praga los planos del diseño interior según los que solo se hizo el altar mayor, pero se omitió la idea de construir varios altares, dispuestos libremente por el espacio.
Plečnik nunca llegó a ver la iglesia terminada, puesto que en 1934 salió de Praga.