Los iglús[1] se asocian comúnmente con los esquimales, que los han usado como refugio temporal para los cazadores durante el invierno.
La mejor es aquella que ha removido el viento, porque sirve para compactar y entrelazar los bloques.
El hueco que queda en la nieve, luego de extraer los bloques, se usa para la mitad inferior del refugio; es decir, el iglú es construido justo en el sitio de donde sale la nieve para la estructura.
[2] La puerta de acceso debe orientarse a sotavento (hacia donde el viento se dirige).
La forma abovedada minimiza la pérdida de calor, atrapando aire caliente en el interior y manteniendo el frío afuera.
El aire caliente tiende a ascender y, en la forma curvada del techo, se distribuye mejor, evitando la acumulación de calor en un solo punto.
[9] La forma redondeada y sin ángulos del iglú es extremadamente eficiente para resistir vientos fuertes, comunes en las regiones árticas.
La superficie curvada minimiza la fricción con el viento, reduciendo la presión que podría dañar la estructura.
Esta característica proporciona estabilidad adicional durante tormentas de nieve o vientos severos.
Aunque el iglú está diseñado para retener el calor, también tiene una pequeña abertura en la parte superior (a menudo en el techo) que permite la ventilación.
[2] Además, en las construcciones de gran tamaño, pueden incluirse diseños distintos en el interior, incluso pudiendo amueblar con camas, mesas e incluso estufas.
Desde luego, este tipo de construcción es francamente débil y no proporciona las condiciones para brindar verdadero abrigo a largo plazo.
Territorios como Nunavut (Canadá) lo han adoptado como parte de su escudo, dándole una relevancia cultural importante.