La regente, pese a las presiones, se negaba a nombrar un presidente exaltado, en parte porque muchos de ellos habían estado involucrados en las rebeliones contra el anterior Gobierno, y siguió apoyando una línea de gobierno moderada.
Sin embargo, y en vista de que el nuevo presidente no tenía ninguna intención de regresar a España o de, por lo menos, acelar su partida, la reina María Cristina no tuvo más remedio que nombrar Ministro de Estado con carácter interino a Juan Álvarez Mendizábal, un político de tendencia exaltada que en ese momento ocupaba la cartera de Hacienda: El general Álava no regresó nunca a España, solicitando a la reina que aceptara su dimisión del cargo de presidente.
Finalmente, la regente accedió a ello y otorgó esa cartera de forma definitiva, aunque siempre con carácter interino, a Mendizábal.
[1] Este apoyo a Mendizábal se enmarca dentro la lucha de influencias sobre la política española que mantenían sus principales aliados, Francia y Reino Unido.
[2] Debido a que el general Álava nunca llegó a jurar su cargo y a que Mendizábal se ocupó del Gobierno casi desde el primer momento, la presidencia de ambos suele contabilizarse como un mismo Gabinete.