Los términos que emplea el cronista, para calificar la represión del rey elamita, Kudur-Nakhunte, son significativos: «diluvio», «montón de ruinas».
[1] Sin embargo, no todo terminó para Elam con la conquista de Babilonia, y la deportación y muerte del último rey casita, Enlil-nadin-ahi, pues enseguida surgió un jefe local, Marduk-kabit-ahheshu, que consiguió reunir en Isin a todos los que no aceptaban el vasallaje al Imperio elamita.
Desde allí, la rebelión se extendió a otros centros del norte.
Esto supuso el declive definitivo de Elam como gran potencia.
[2] Los sucesores de Nabucodonosor I tuvieron que enfrentarse con la recuperación de Asiria, que bajo Tiglat-Pileser I invadió Babilonia en repetidas ocasiones, y sobre todo con los nómadas arameos, que movidos por las hambrunas, atacaron tanto a Asiria, como a Babilonia, acabando con su dinastía, y sustituyéndola por una propia.