Cuando inició su práctica como abogado en Baton Rouge ganó fama como defensor de campesinos pobres y obreros, formando una red de contactos que posteriormente le ayudó a ingresar en la política local.
En paralelo, Long se enfrentaba a las grandes empresas establecidas en Luisiana para aumentar la carga tributaria sobre ellas, reclamando que los negocios más ricos deberían pagar la mayor cantidad de tributos al gobierno estatal, invocando el lema "Cada hombre es un rey, pero ninguno tiene corona".
Long también condujo una extensiva "purga" de funcionarios estatales para asegurar puestos políticos claves a sus subordinados, exigiendo que estos a su vez aportaran dinero de sus salarios para los "fondos políticos" propios de Long, sumas que luego este usaría para enfrentarse a sus rivales.
Diversos intelectuales que trataron de analizar su fenómeno político le acusaron inclusive de basar su popularidad en frases y hechos con gran efecto teatral pero escaso significado práctico, a imitación del fascismo europeo.
Sus detractores no pudieron definir exactamente sus políticas, pues si bien Long mantenía un férreo rechazo a las grandes empresas y al capitalismo financiero basado en el norte de EE.
UU., también creía firmemente en el individualismo del estadounidense promedio y defendía a ultranza el conservadurismo social, al punto de rechazar todo indicio de influencia izquierdista en su estado.
Allen y aprovechó esta influencia para atacar a sus detractores en las principales ciudades del estado: Nueva Orleans, Baton Rouge y Alexandria, para lo cual lanzó nuevas leyes que quitaban a los alcaldes el poder de designar funcionarios locales, estableciendo esta facultad para el gobernador del Estado.
Long publicó su autobiografía, "Cada hombre es un rey" en 1933 a un precio que estuviera al alcance de cualquier estadounidense.
En ella, Long presentaba su plan de redistribuir toda la riqueza del país.
Poco antes de su muerte el escritor Sinclair Lewis escribió su novela Esto no puede suceder aquí (It Can´t happen here, en inglés), donde describía a un gobernador estatal que se convertía en dictador de su Estado usando medidas populistas y demagógicas, postulándose a la presidencia de Estados Unidos e implantando sobre todo el país un régimen fascista; el autoritarismo del protagonista y sus maniobras populistas para ganar la adhesión de las masas fueron considerados como una sátira contra Huey Long.
Warren, sin embargo, no hizo demasiado énfasis en la relación entre Stark y Long.