Huberto de Lieja

Al oírlo, Huberto bajó del caballo, se postró y dijo: "Señor, ¿qué quieres que haga?

La leyenda del ciervo crucífero apareció en la hagiografía medieval,[1]​ repitiendo la que ya se relacionaba con San Eustaquio, mártir romano del siglo II, y que volvería a aparecer con San Félix de Valois.

Hacia el siglo XV, era una leyenda muy repetida en muchas partes Europa central (Francia, Países Bajos, Baviera, Bohemia, etc.).

Sus restos fueron luego exhumados el año 825 y trasladados a la abadía benedictina de Andain, situada en la población que actualmente se llama San Huberto.

En los siguientes años hasta el Siglo XVI, en que desaparecieron los restos, su sepulcro fue muy visitado y centro de peregrinación.

Felipe IV de España, rey cazador, tenía a San Huberto como protector.

Alto relieve del milagro de S. Huberto en el Castillo de Amboise , Francia