[1] En el siglo XIX la histeria se consideraba una enfermedad física diagnosticable en la mujer.
Se supone que la base para el diagnóstico operó bajo la creencia de que las mujeres están predispuestas a condiciones mentales y conductuales; una interpretación de las diferencias relacionadas con el sexo en las respuestas al estrés.
[3] Muchas personas influyentes, como Sigmund Freud y Jean-Martin Charcot, dedicaron investigaciones a los pacientes con histeria.
[4] En particular, el médico francés Charles Lepois insistió en que la histeria era una enfermedad del cerebro.
[11] Durante este período de tiempo, la ciencia comenzó a focalizar la histeria en el sistema nervioso central.
[11] A medida que los médicos desarrollaron una mayor comprensión del sistema nervioso humano, se creó el modelo neurológico de la histeria, que impulsó aún más la concepción de la histeria como un trastorno mental.
[11] En 1859, Paul Briquet definió la histeria como un síndrome crónico que se manifiesta en muchos síntomas inexplicables en todos los sistemas de órganos del cuerpo.
[4] Además, los avances médicos explicaron dolencias que antes se atribuían a la histeria como la epilepsia o la infertilidad.
[16][8][7] Este estaba basado en el imaginario médico según el cual el útero debilitaba las funciones mentales de las mujeres.