El álbum, producido por el guitarrista Tony Iommi y Powell, tuvo un mejor desempeño en el UK Albums Chart que sus dos antecesores y llegó al puesto 31, sin embargo, fue un fracaso en los Estados Unidos, donde únicamente llegó a la posición 115 del Billboard 200, debido a una mala promoción por parte de la discográfica.
Hacia 1988, la popularidad de Black Sabbath estaba bajo mínimos, pues su último álbum de estudio, The Eternal Idol, había sido un fracaso comercial y su relación con las discográficas Warner Bros.
Tras el lanzamiento del disco, la banda volvió a sufrir alteraciones en su formación, que quedó reducida al teclista Geoff Nicholls, al vocalista Tony Martin y al guitarrista y miembro fundador Tony Iommi, además los constantes cambios de músicos propiciaron las burlas de la prensa y en abril, la revista Kerrang!
bromeó con que Tom Jones sería el nuevo cantante del grupo.
Para el puesto de batería, Iommi contrató a Cozy Powell, con el que había tratado de trabajar en el pasado y que había formado parte de Rainbow y Whitesnake, además el bajista original Geezer Butler mostró interés por su regreso, aunque finalmente no sucedió.