Los compositores austriacos del siglo XVIII Wolfgang Amadeus Mozart y Joseph Haydn fueron amigos.
Jens Peter Larsen sugiere que «la interpretación de cuartetos fue central en el contacto entre Haydn y Mozart»,[7] aunque la documentación sobre las ocasiones en las que ambos compositores tocaron o escucharon cuartetos u otra música de cámara juntos es escasa.
Una crónica sobre uno de estos encuentros se relata en las Reminiscences (1826) del tenor Michael Kelly:[8] Tanto Dittersdorf como Vanhal, aunque en ese momento menos que antes, eran compositores conocidos en la época.
Por ejemplo, escribió a Franz Rott:[4] Al musicólogo Charles Burney, Haydn dijo «en ocasiones he sido halagado por mis amigos con tener algo de genio, pero él era muy superior».
He aquí por tanto, oh gran hombre y querido amigo, estos seis hijos míos.
Desde este momento te transfiero todos mis derechos sobre ellos, rogándote que contemples indulgentemente los defectos que la parcialidad del ojo de un Padre me impide ver, y a pesar de ellos [los posibles defectos a los que hace referencia] continues en tu generosa Amistad hacia quien tan gratamente los valora [id est, hacia el propio Mozart], esperándola me encuentro [la amistad con Haydn], con todo mi Corazón, mi querido Amigo, tu más Sincero Amigo, Por su parte, Haydn estaba muy impresionado con la nueva obra de Mozart.
Sin embargo, dos aspectos del archivo histórico sugieren que el compositor de mayor edad tomó en cierto modo a Mozart bajo su protección y le ofreció consejo.
[19] En segundo lugar, como muchos otros músicos más jóvenes, Mozart se dirigió a Haydn con el término honorífico de «Papá».
[20][21] El alemán tiene dos clases de pronombre de segunda persona, una (Sie, Ihnen, Ihr, etc.) para relaciones relativamente formales (equivalente a la forma española «usted»), la otra (du, dich, dir, etc.) para relaciones más personales o situaciones más coloquiales (equivalente a la forma española «tú»).
El célebre relato de su último encuentro puede hallarse en la biografía de Albert Christoph Dies, que entrevistó al anciano Haydn quince años después: del evento[23] «Oh», replicó Haydn, «¡mi lengua se entiende en todo el mundo [refiriéndose a la música]!» [...] Griesinger da una explicación diferente, y probablemente menos idealizada, del mismo encuentro:[26] Haydn, aún se encontraba en Londres un año más tarde cuando conoció la noticia de la muerte de Mozart, estaba consternado; escribió a su amigo común, Michael Puchberg, «durante algún tiempo estaba que no cabía en mí por su muerte, y no podía creer que la Providencia debiese llamar tan rápido a un hombre irremplazable por el mundo venidero».