Sus películas a menudo tratan problemas de la sociedad moderna y suelen causar controversia.
En 2012 Europa se rinde ante el director, otorgándole cuatro premios en la gala del cine europeo.
Él mismo describe a su mujer como su crítico más agudo e importante de su trabajo.
El gran éxito de Haneke llegaría en 2001 con su película más aclamada por la crítica La pianista.
Rechazando lo que considera convenciones estándar de tiempo, construcción del suspense y continuidad lógica, Haneke no teme llegar a ser aburrido, irritante o frustante.
Es muy posible que trate acerca de una sociedad que no sabe cómo amar —o en todo caso cómo odiar— y sus películas son en diversos modos un intento por afinar los sentimientos del público y sus respuestas hacia el mundo.
Es, por otra parte, a menudo más sugerida que verdaderamente mostrada, manifestada sin subrayado alguno y generalmente jamás está justificada o motivada, lo que vuelve su puesta en escena aún más seca y brutal.
Deseando provocar reacciones vivas y emotivas, Haneke intenta interrogar sobre la responsabilidad del testigo ante las escenas expuestas, planteando cuestiones de orden social, político, histórico, cultural o moral sin jamás aportar respuestas claramente establecidas.