Por último, la normativa también puede estar modificada a su vez por normas específicas para tipos concretos de edificios (como por ejemplo, para colegios o escuelas infantiles), lo que origina que en no pocas ocasiones coexistan varios reglamentos a la vez.
En estos casos, los reglamentos locales no anulan a los generales, sino que deben cumplirse los requisitos más exigentes de cada normativa.
Cuando se termina un edificio, éste debe ser revisado por un técnico competente para comprobar que cumple con la normativa vigente.
En algunas regiones es necesario presentar este documento para realizar múltiples gestiones, incluyendo la compraventa de un inmueble[2] Con el objetivo de proteger del ruido a las personas, los edificios deben garantizar un aislamiento acústico adecuado tanto entre distintas estancias como con otros inmuebles o con el exterior.
También es frecuente que se exija más aislamiento en zonas particularmente ruidosas: un caso típico son las normativas acústicas específicas en municipios cercanos a un aeropuerto.
[3] Como norma general, en estancias destinadas a la permanencia de personas se exige iluminación y ventilación natural, y sólo en lugares como aseos, garajes o trasteros se permite el uso exclusivo de iluminación artificial y ventilación mediante shunts o métodos mecánicos.
La ventilación está también relacionada con la protección frente a la humedad, tanto para dificultar la aparición de enfermedades, como para proteger al propio edificio del deterioro.
Habitualmente, se exigen también alturas mínimas en todas las estancias habitables del inmueble.
La normativa exige un tamaño mínimo tanto para las viviendas como para sus distintas piezas (dormitorios, aseos, salón, etc.).
Las dimensiones mínimas van desde el tamaño del inmueble en general hasta las distintas estancias.
Sin embargo, Heidegger nos advierte que no todas las construcciones cumplen con la función de ser “moradas”.
La implicación existencial que tiene esta afirmación se refleja al afirmar que originalmente construir y habitar eran entendidos de la misma manera: Bauen, buan, bhu, beo provienen de la palabra bin (soy), ich bin, du bist (yo soy, tú eres) bis sei (sé).
De aquí que Heidegger afirma la identidad indisoluble entre el ser hombre y el habitar: “Ser hombre significa: estar en la tierra como mortal, significa: habitar” (Heidegger, 1951).
De aquí que: “El rasgo fundamental del habitar es este cuidar (custodiar, velar por), (Heidegger, 1951).