Tras destacar en su servicio en la corte, luchó ocho años en las campañas de Lombardía, Sajonia y Aquitania.
La virgen Vurachilde refirió que el espíritu del santo se le había aparecido poco después de su muerte, reclamando que su cuerpo debía ser trasladado desde Emblem, donde le habían sepultado, a la abadía por él fundada.
Se depositó su cuerpo en una barca sin remos, y ella sola navegó hasta el lugar referido.
La fundación de aquella abadía también cuenta en su origen un milagro: Gumaro había decidido peregrinar a Roma, y en la primera etapa de su proyectado camino montó su tienda cortando un árbol.
Un ángel se le apareció y le ordenó desistir del viaje a Roma y quedarse en ese lugar como ermitaño, fundando una iglesia con la advocación de San Pedro.