Luego de su ordenación estudió pintura con Emilio Caraffa y en 1908 viajó a Europa donde se perfeccionó con Desiré López.
Regresó a Buenos Aires en 1915 y en 1925 fue galardonado con el Premio Nacional de Pintura.
En el año 2005 se realizó una retrospectiva homenaje en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires.
Aunque era contemporáneo de las vanguardias, no se dejó influenciar por ningún movimiento: en sus paisajes interiores, ingenuos y místicos se percibe cierto aire postimpresionista, pero lo que predomina es su propia mirada, parca, ensimismada y singular.
La representación paisajista fue un tópico importante en la producción plástica de la época.