Guerra de Iquicha (1825-1828)

También sería una lucha religiosa en defensa del catolicismo político contra las ideas nuevas heréticas de anticristos republicanos.

[2]​ Todas estaban unidas en alguna medida por lazos de parentesco, cultura, ritualidad, economía, etc.[12]​ Cada comunidad indígena estaba dirigida por sus curacas, jefes o señores de lo que eran «grupos étnicos» más que «reinos» o «naciones».

Si se sumaban las demás comunidades movilizadas «Los iquichanos, sino hubiesen contado, cuando menos con diez o doce mil habitantes, dispuestos a combatir».

[14]​ El político ayacuchano Carlos Mendívil habla de 15 000,[15]​ coincidiendo con las estimaciones del etnógrafo Abilio Vergara Figueroa[16]​ y la escritora Alfonsina Barrionueva.

[25]​[26]​ Apareció primero en 1813 como un líder popular,[27]​ cuando los campesinos se negaron a obedecer al intendente de Huamanga para hacer cumplir la Constitución de Cádiz, que abolía el tributo indígena y el trabajo no asalariado en obras públicas (minka).

[33]​ Otro cabecilla fue el «Excelentísimo coronel»[34]​ Tadeo Chocce (Choque), indio letrado y con hacienda en las punas.

[34]​ También hubo sacerdotes que cambiaron sus hábitos religiosos para dirigir las guerrillas «con sable en mano y pistola de chispa al cinto»,[37]​ como el «capellán del ejército iquichano», presbítero Mariano Meneses.

[46]​ También hubo un fuerte apoyo indígena a la causa realista en otras regiones como Puno, Arequipa, Oruro y Cuzco.

[33]​[46]​ Su resistencia a los realistas era natural, pues las necesidades del ejército recaían sobre sus ganados, arruinándolos económicamente.

Orden cuyo cumplimiento quedó a cargo del ministro José Faustino Sánchez Carrión.

[15]​ La mayoría no era muy favorable a las ideas liberales, en parte porque no había grandes propietarios agrícolas deseosos de reformas (los grandes terrenos particulares solo se multiplicaron en la región entre finales del siglo XIX e inicios del XX).

[64]​ Por último pero no menos importante, estaba la cosmovisión de la figura mistificada del rey como un «Inca Católico» al que se debía lealtad según la tradición y la religión.

[79]​[64]​[80]​[76]​[2]​ Por su parte, el político peruano Aurelio García y García[nota 6]​ escribió muchos años después que «más de cuatrocientos soldados y más de cuatro mil Iquichanos» participaron en el ataque contra Ayacucho del 29 del mismo mes.

[2]​ Su colega, el boliviano aymará Ramiro Reynaga Burgoa, cree que eran 3000 indios «qheswas» y 80 fusileros criollos.

[84]​ También esta el testimonio del coronel peruano Francisco García del Barco, quien dice que Huachaca contaba con 300 tiradores de línea, 100 prisioneros gubernamentales que cambiaron de bando y 400 iquichanos con lanzas y rejones nuevamente se lanzaron contra Ayacucho.

[86]​ Por último, el comerciante alemán Heinrich Witt[nota 8]​ describe a 3000 o 4000 iquichanos asaltando esa ciudad.

[95]​ Este último número coincide con una carta del prefecto Tristán,[nota 10]​ quien creía que los indios de Huanta podían movilizar cuatro a cinco mil hombres[96]​ (aunque versiones en inglés del documento elevan esos números a cinco o seis mil).

[105]​ Corría enero de 1826 y los indígenas se movilizaron contra el cobro del diezmo a la coca.

[61]​ Diezmeros o subdelegados iban por la región cobrando a los hacendados el tributo en servicio del rey y en defensa de la ley, apropiándose del excedente agrícola, utilizando la autoridad conferida por el brigadier Huachaca para obtener legitimidad.

[36]​ La escasa guarnición se retiró antes de que llegaran los comuneros, quienes quemaron el cabildo, las barrancas y otros edificios.

[80]​ Bajaron sobre el pueblo desde las alturas de Mio y Culluchaca e invadieron la villa desde distintas direcciones, envolviendo a la guarnición.

No hubo saqueo a excepción de algunos edificios públicos;[112]​[102]​ el principal cuartel militar es quemado.

[110]​ Anteriormente, Vidal había sido asignado para reclutar hombres para el batallón N.º 8,[nota 11]​ pero al llegar a Ayacucho se la encontró sitiada por una partida rebelde.

Con ellos esperaban alzar en armas Huancavelica, Ica, Aymaraes y Cerro de Pasco para formar un gran ejército con el que recuperar Perú para su rey.

[106]​ Sus tropas incluyeron «contramontoneras» de indios reclutados en Tambo, Pacaicasa, San Miguel Huamanguilla y otras localidades.

Las guerrillas fueron usadas con éxito primero por los españoles en su lucha contra Francia, importándose a Hispanoamérica por ambos bandos.

[115]​ Los iquichanos fueron hábiles en resistir los 1200 soldados gubernamentales enviados gracias al terreno, la mala calidad de los caminos, la falta de agua y otros recursos diezmaron a los caballos, mientras que desde las alturas, los rebeldes dispersaban a sus enemigos arrojándoles[1]​ galgas.

[50]​ Esto demostraría ser una mala decisión, los guerrilleros iquichanos lograron resistir por años gracias al encontrar refugio en las selvas bajas al este de la sierra, zonas solo accesibles por el Mantaro y el Apurímac, territorios fuera del control estatal.

[140]​ Finalmente, fue durante ese conflicto que las fuerzas iquichanas lograron tomar Huanta y Ayacucho.

[156]​ Como otras comunidades campesinas, no estaban «aisladas» de la política, sino que jugaron un rol clave en la formación del Estado peruano, el «Estado caudillista», periodo de las décadas 1820 a 1840 caracterizado por la lucha constante entre caudillos ambiciosos.