Dios no es bueno (God Is Not Great) es un ensayo publicado en 2007 por el periodista británico Christopher Hitchens, en el que éste realiza una pormenorizada y documentada crítica a la religión.
Sus comentarios y críticas se centran principalmente en las llamadas religiones abrahámicas, aunque pasa por otras tales como el hinduismo y el budismo, a las que igualmente censura.
Agradece el autor a sus «amigos y aliados tan cuidadosos y cultos» su ayuda en la elaboración de un libro que ha estado escribiendo «durante toda la vida», con especial mención al escritor Ian McEwan.
Toda la obra abunda en sonoros adagios y citas; se seleccionan algunos de este capítulo:
En la España renacentista, por ejemplo, se obligaba a consumir distintos productos de charcutería a aquellos que se sospechaba podían ser judíos y que por tanto aborrecían el cerdo: «En las manos de los primeros fanáticos cristianos, hasta el apetecible jamón ibérico podía ser llamado a ejercer como una modalidad de tortura».
Seguidamente se mencionan los casos de Darwin, Laplace, Ockham y otros científicos e intelectuales que han meditado sobre cuestiones metafísicas en controversia con la religión.
Pero dejad con vida para vosotros a todas las muchachas que no hayan dormido con varón».
[12] Hitchens constata: «Pese al maravilloso impacto que causaban, los milagros han disminuido desde los tiempos de la Antigüedad.
[...] ¿Ha desaparecido el arte de la resurrección o es que nos basamos en fuentes dudosas?» (p. 162).
Y termina criticando al marxismo que abrazara en su juventud: Hitchens se refiere aquí a la sentencia de Darwin de que hasta el más evolucionado ser humano portará siempre el sello indeleble de su origen (su procedencia del simio), lo que aplica a la religión, cuya fuente original, según este autor, son la ignorancia y la superstición más burda.
[14] Menciona Hitchens algunas religiones que han muerto, como la millerista, que anunciaba en fecha precisa el segundo advenimiento de Cristo, o las religiones paganas, como la griega, la egipcia y otras.
Por otra parte, la «descomunal y atroz industria» de la esclavitud vivió bendecida por todas las iglesias durante siglos sin levantar protesta alguna.
El capítulo se alarga con una profunda disquisición ética y racionalista en que se critica el argumento de que «la fe religiosa mejora la conducta de las personas».
Por otra parte, «el principio esencial del totalitarismo consiste en promulgar leyes que sean imposibles de obedecer» (p. 234).