Las aguas del río Skjálfandafljót caen desde una altura de doce metros y a lo largo de un ancho de treinta metros.
Hacia el año 999 o 1000 el lagman Þorgeir Ljósvetningagoði declaró oficialmente la cristianización de Islandia.
A continuación, según las sagas de los islandeses y al regreso del Alþingi, Þorgeir lanzó sus iconos paganos a la cascada.
Su historia aparece en Íslendingabók de Ari Þorgilsson.
[1] Se considera que, justo por la fuerza con que el agua se une y luego se vierte, era sagrada para las divinidades mitológicas y ante ella se podía percibir la presencia de Odín, Thor y Freyr.