Durante el siglo XX Monteverde ha sido en parte olvidado o desconocido, esto se debe principalmente a que se trata de un escultor apegado a los cánones tradicionalistas originados en la Grecia clásica y luego reforzados durante el Renacimiento, para la perspectiva del s XX –entonces– Monteverde resultaba "anticuado", fuera de las vanguardias, "academicista" y "remanido".
Asimismo ha jugado en su contra el hecho de que muchas de sus esculturas fueran realizadas para cementerios o sus temas fueran en ocasiones rayanos en lo funerario, sin duda La Piedad ha sido para él una escultura ejemplar.
Monteverde no parece haber buscado temas que pudieran llamar demasiado la atención: en este sentido puede haber sido tachado –injustamente– de "pacato" y "poco original", peor aún, muchas de sus mejores obras poseen nombres demasiado extensos y algo sensibleros, lo que ha prevenido a los críticos del siglo XX contra él.
Sin embargo de todo ello, Giulio Monteverde resulta un escultor excepcional, destacado por su maestría en el cincelado del mármol; mármol que en sus manos adquiere gran ductilidad y un aspecto de increíble fluidez y plasticidad.
En Jenner en el momento de inocular la vacuna a su propio hijo, obra considerada su capolavoro, Monteverde –pese a él mismo– tiene una aproximación a las vanguardias al lograr una corporeidad muy dinámica, como ondulante y llena de tensión, Monteverde ha sabido –a su modo– expresar intensamente la pasión humana.