Tras cinco años en este empeño (1827), creó su propia tienda de comestibles en Cowgate, una zona de Edimburgo donde no había apenas establecimientos comerciales, bajo la denominación George Ballantine & son, y, tras haber vendido vino y otras bebidas importadas, empezó a destilar bebidas alcohólicas, ya que el rey Jorge IV, como parte de unas medidas para congraciarse con los escoceses, permitió a los particulares destilar alcohol en Escocia.
En 1836 el negocio se amplió con una casa más grande en el céntrico barrio de South Bridge y George ya se dedicaba a elaborar whiskies de calidad de cinco y siete años, pero todavía no con maltas seleccionadas a mano y mezclando diversos licores para lograr un sabor característico, como haría después.
A Ballantine le gustó ese no del todo reputado invento y decidió crear una marca de tal tipo, pero no adulterándolo para abaratar el producto, sino para mejorarlo.
Abandonó Edimburgo en 1865 dejando a su hijo mayor al cargo, y marchó a Glasgow para crear un nuevo comercio con el otro hijo, supervisando siempre las mezclas él mismo.
En 1895 la reina Victoria I otorgó a Ballantine’s un sello real de aprobación que figura desde entonces en sus etiquetas.