Interrogados por el procónsul sobre el contenido del cofre que llevan consigo, responden: “Los libros santos y las cartas de san Pablo, un hombre justo”.
Inamovibles en su fe, son condenados a la muerte por espada.
El martirio de los doce Santos Scilitanos, que es como se les conocía, originó en la propia Cartago un culto del que se hace eco el mismo san Agustín en sus sermones.
Durante la Edad Media sus reliquias se dispersaron por diversas ciudades de Occidente como Toledo, Lyon y Roma.
A finales del siglo XVII llegó a la Iglesia Arciprestal de san Pedro y san Pablo de Ademuz (Valencia, España) el cuerpo de Santa Generosa[1] para cuyas reliquias se erigió capilla propia.