Froilán de León

Siendo muy joven abandona la casa paterna para vivir como ermitaño en las montañas del Cebrero y el Bierzo.

Es en este tiempo cuando, según la leyenda, tiene lugar el episodio del lobo que devora su jumento.

El pueblo inmediatamente lo venera como santo y su fama se extiende por toda la Iglesia.

Se conserva una corta biografía, copiada en minúscula visigótica por el diácono Juan, coetáneo suyo.

Tal vez la voz poderosa de esta sangre inocente retumbó entre los montes donde Froilán se escondía y le empujó a organizar una cruzada.

Tal vez en el diálogo familiar con Dios sintió la invitación a la vida activa.

Si Dios suspendía las leyes, era señal evidente de su voluntad divina: Froilán introdujo unas brasas encendidas en su boca.

Se fija en él para la gigantesca obra de repoblación que había comenzado su padre, Ordoño I.

Las zonas fronterizas a ambos lados del río estaban despobladas y devastadas por los reyes asturianos.

Para eso, en la zona norte del Duero era necesario levantar los poblados destruidos y poner en explotación las tierras abandonadas.

Ninguna fuerza más cohesiva para dar vida a estas preocupaciones regias que la acción colonizadora de los monasterios.

Esto lo comprendió cabalmente el rey y concedió al monje amplias facultades para visitar todos sus dominios y levantar cenobios a cuyo amparo se acogiesen los nuevos poblados.

A los lados de los últimos ventanales, dos balcones voladizos se asoman al horizonte.

El segundo monasterio, según el citado biógrafo, lo levantó en un emplazamiento alto y ameno junto a las aguas del río Esla, al parecer cerca de Moreruela (Zamora).

Sólo una frase añade a este laconismo: ..se reunieron allí 200 monjes consagrados al ascetismo de la vida regular.

Estatua de san Froilán. Catedral de Lugo.
San Froilán representado en el parteluz de la fachada sur de la catedral de León