Vendió una pequeña finca que constituía toda su fortuna y distribuyó su producto entre los pobres.
Segarelli reunió pronto un grupo de seguidores cuyos miembros se llamaron segarelistas y también apostólicos; eran mendigos y vagabundos que proclamaban que todo había de ser común, incluso las mujeres.
Así, según decían, no puede rehusarse nada de lo que se pide por caridad.
A esta sola palabra los sectarios de Segarel daban todo cuanto poseían excepto sus mujeres, por más que enseñasen que hasta ellas eran comunes.
La Inquisición hizo prender a Segarel y lo quemó, pero su discípulo Dulcino se puso al frente de su secta, que alcanzó una gran difusión durante un tiempo, hasta su ejecución junto a los demás líderes del grupo en 1307.