Francisco Solano (santo)

Francisco fue el hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez.

Solicitó sin éxito ser destinado como misionero al norte de África.

En Montilla realizó varias curaciones inexplicables que dieron comienzo a su fama como hacedor de milagros.

Finalmente, y para alegría suya, Francisco fue el elegido para la misión de extender la religión en estas tierras.

Había que atravesar los Andes por el valle de Jauja, Ayacucho y llegar hasta Cuzco; cruzar la meseta del Collao (la actual Bolivia) por Potosí y entrar en los confines del noroeste argentino, para de nuevo bajar hasta Salta y finalmente hasta las llanuras del Tucumán.

Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y, aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles.

Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba del Tucumán, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles.

[1]​ Se cuenta que en Trancas un día de verano había una larga sequía, las lluvias no llegaban, la tierra se partía de tanto como en los desiertos, mientas los animales morían o migraban a tierras altas en busca del agua, ya no había que cazar para comer, ni agua que beber, todo seco, todo muerto.

Atónitos los nativos no entendían lo que estaba sucediendo y una boca de vertiente cada vez más grande se habría en el suelo.

No conforme con esto, ante la mirada atónita, se veía del charco saltar peces en el agua, una vez más el milagro había sido consumado y Dios utilizó las manos del Santo para hacerlo, cumpliendo con aquel mandato bíblico: Dad de beber al Sediento, y Dad de comer al hambriento, todo lo que hagas por uno de los más pequeños de mis hijos, por mí lo estás haciendo, convirtiéndose en "el pozo del pescado".

Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser alegre con los demás.

Predicaba en todas partes: en los talleres artesanales, en los garitos, en las calles, en los monasterios e incluso en los corrales de teatro.

San Francisco Solano y el toro. Murillo (1645). Real Alcázar . Sevilla . Patrimonio Nacional .