Este inmediatamente reconoce en las obras de Guiguet un talento seguro.
Fue admitido en la clase de Michel Dumas (1812-1885), donde este último había sido nombrado profesor el año anterior.
Especialista en temas religiosos y grandes decoraciones murales de iglesias, confirma a Guiguet en su gusto y en la necesidad del dibujo puro, al mismo tiempo que le enseña a organizar el trabajo de la pintura decorativa clásica.
Hizo su debut en el Salon des artistes français en 1885 con Le Retour du jeune Tobie.
Gracias a sus encuentros, sus apoyos y su amistad con Félix Thiollier, se forjó una personalidad.
Por tanto las obras que conservaba en su poder se reparten por suertes, en lotes, entre sus familiares.