En 1638, Zurbarán pintó —para el Monasterio de Guadalupe— la Misa del padre Cabañuelas, demostrando su habilidad para representar temas inéditos.
Según narró a su discípula Eustoquia, en está visión fue llevado ante Jesús, quien le amonestó por sus preferencias literarias, mandándolo azotar.
Este tema se empezó a tratar pictóricamente en España e Italia al final del siglo XVI.
[4] La escena posee una gran claridad, colores límpidos, tonos transparentes, y magníficos efectos de contraluz.
San Jerónimo aparece como un bello joven semidesnudo, arrodillado ante Cristo, quien está sentado más alto, sobre un trono de nubes.