Pero son inexplicables e increíbles, prosigue Eusebio, los tormentos que padecieron los mártires en Tebaida.
A veces, bajaban con mucha violencia dos ramas grandes de dos árboles, ataban a los mártires una pierna en cada una, soltaban las ramas y al enderezarse se despedazaban los santos cuerpos con una violencia espantosa.
Estos horrores no se acabaron en poco tiempo: duraron algunos años.
A todo esto, añade Eusebio, que él mismo hallándose en aquella zona vio un día que fueron tantos los quemados y degollados, que los instrumentos embotados ya no querían cortar, y los verdugos de puro cansados no podían más.
Entre todos, causaban singular admiración a Eusebio la gran fama de ricos, nobles, elocuentes o sabios filósofos; y no obstante todo lo abandonaban.
Cita a dos de estos que padecieron juntos: San Filoromo, que tenía un empleo considerable en Alejandría y San Fileas famoso filósofo, hombre riquísimo, que con sus limosnas socorría a los pobres de casi toda la provincia y era obispo de Thmuis.
Su mujer, parientes y amigos se echaban a sus pies.