Este fenómeno comenzó cuando se descubrió oro en Sutter's Mill, cerca del pueblo de Coloma.[3] Al saber del descubrimiento, Sutter quiso mantener la noticia en secreto, pues temía que sus planes de crear un imperio agrícola se vinieran abajo si había una inmigración en masa en busca del oro.[4] Sin embargo, los rumores se esparcieron rápidamente, y el 15 de marzo siguiente el periódico The Californian publicó la noticia.Los recién llegados tuvieron que alojarse en tiendas, precarias cabañas, o cobertizos recogidos de barcos abandonados.[14] Una ruta alternativa consistía en atravesar el istmo de Panamá con mulas y canoas, lo cual llevaba una semana, y, una vez en el océano Pacífico, embarcarse en una nave que se dirigiera hacia San Francisco.[15] Una tercera ruta, que era más barata y llevaba menos tiempo de recorrido, era abordar un barco en Nueva York, o cualquier otro puerto de Estados Unidos, rumbo a Veracruz o Tampico, en México, viajar por tierra hasta Guadalajara, Tepic o San Blas; y de ahí cabalgar hasta Mazatlán.Ahí los futuros gambusinos abordaban barcos que al cabo de cuatro a cinco semanas los llevaban hasta San Francisco.Cada una de estas diferentes rutas tenía sus propios riesgos mortales, desde naufragios hasta fiebres tifoideas, pasando por el cólera.Personas emprendedoras tomaron algunos de estos barcos abandonados, transformándolos en bodegas, tiendas, tabernas y hoteles.[20] Muchos de estos barcos fueron posteriormente destruidos y utilizados como relleno para agrandar el área edificable en el boyante pueblo.[25] Sin embargo, estos yacimientos no atrajeron mucha atención, y económicamente tuvieron consecuencias limitadas.La legislatura del estado aprobó un impuesto especial para los mineros extranjeros, de veinte dólares al mes.El novelista y poeta Joaquin Miller refleja uno de estos ataques en su trabajo semiautobiográfico La vida con los modocs.[38] Para 1855, los buscadores de oro, comerciantes y otros inmigrantes sumaban aproximadamente 300 000 personas.Temporalmente, California fue un territorio bajo control militar, sin que hubiera poderes legislativo, ejecutivo o judicial para la región.El Tratado obligaba a los Estados Unidos a respetar las concesiones territoriales que habían sido hechas por el gobierno mexicano,[50] pero las zonas mineras se encontraban lejos de dichas concesiones, por lo que la fiebre del oro no se vio afectada por los términos del tratado.Otros mineros entonces podían llegar a reclamar para sí la tierra que ya había sido trabajada y abandonada.[60] En la etapa siguiente, hacia 1853, tuvieron lugar las primeras operaciones de minería hidráulica.[67] Brannan abrió las primeras tiendas en Sacramento, Coloma y otros lugares cercanos a los campos de oro.[68] Como promedio, los buscadores de oro tuvieron modestas ganancias, una vez deducidos los gastos.[71] Otros hombres de negocios cosecharon grandes ganancias en reventas, embarques, entretenimiento, hospedaje[72] y transporte.[85] La población nativa, estimada en 150 000 habitantes en 1845, disminuyó abruptamente a menos de 30 000 personas para 1870.[89] La cuota mortal entre los inmigrantes estadounidenses también fue severa, ya que uno entre cada doce forty-niners pereció; los índices de criminalidad durante la fiebre del oro fueron extremadamente altos.[91] La agricultura en gran escala (también llamada «la segunda fiebre del oro de California»)[92] comenzó también durante esta época.[93] Gracias a este vertiginoso desarrollo, rápidamente florecieron iglesias, escuelas, caminos[94] y organizaciones civiles.[91] La población también demandaba una eficiente red de comunicaciones y conexiones políticas con el resto del país.Desde Panamá zarpaban regularmente los barcos hacia la Costa Este de los Estados Unidos.[98] La línea unió al estado con el resto del país de una manera más efectiva, reduciendo el viaje que tradicionalmente llevaba varias semanas o hasta meses, a unos cuantos días.La fiebre del oro se ha visto reflejada en la literatura, en las obras de Mark Twain, Bret Harte, Joaquin Miller y otros.Volcanes submarinos depositaron lava y minerales, incluyendo oro, en el lecho marino.
Campos de extracción en la Sierra Nevada, en California, y en el norte del estado.
Bahía de San Francisco, en abril de 1850.
La ciudad de San Francisco y su puerto en una fotografía de 1851.