Se vendieron diecinueve unidades antes que Ferrante avanzara hacia nuevos modelos.
La principal preocupación era la memoria de tambor, que se rompía muy a menudo.
Por lo demás, la máquina tenía 4.200 válvulas termiónicas, principalmente péntodos EF50 y diodos, que debían ser reemplazados constantemente durante su operación.
Los tubos Williams, empleados en esa época como dispositivos de memoria aleatoria y registros, eran confiables pero requerían también u mantenimiento constante.
Tan pronto como el sistema se encendía, debía haber un equipo de personas que solucionara sus desperfectos.
Un equipo de ingenieros decidió producir un sistema mucho más pequeño y con mejor efectividad, transistorizada completamente.
Ferranti, que había construido la Mark I para las universidades, continuó desarrollando el prototipo Meg hasta lograr el diseño Mercury.