Completando el elogio, sostenía el cordobés que cansancio y desaliño añaden donaire a la belleza natural.Muchos fueron los elogios poéticos a la actividad cinegética y la puntería del monarca, culminando en la antología poética compilada por José Pellicer con el título Anfiteatro de Felipe el Grande, en la que se recogen las composiciones dedicadas en certamen poético a la puntería del monarca con ocasión de haber abatido a un toro desmandado desde su balcón del Buen Retiro.Felipe IV aparece vestido con un tabardo marrón, sobre el que destaca un cuello de encaje de Flandes, con calzones y medias oscuras y cubierto con una gorra que, en una primera versión del cuadro, llevaba el rey en la mano izquierda.A simple vista se aprecian en el lienzo del Prado, más aún tras su restauración poco antes de 1990, notables «arrepentimientos» que afectan a diversas partes del cuadro y permiten apreciar la existencia de una primera versión en la que el monarca aparecía con la cabeza descubierta y sujetando la gorra con la mano izquierda a la altura de la cintura.El hecho de que tanto el cardenal-infante como el príncipe se encuentren cubiertos en sus retratos pudo determinar la rectificación hecha en el retrato del rey, pues se estimaría contrario al protocolo que solo el rey figurase con la cabeza descubierta.