Fases del juego de ajedrez

Una partida de ajedrez suele dividirse en tres fases: apertura, medio juego y final, cada una con características particulares.

Todas las aperturas, con sus variantes, subvariantes, líneas y sublíneas, pueden ser clasificadas de acuerdo con una nomenclatura, bastante utilizada, que se creó al desarrollarse la llamada Enciclopedia de Aperturas (ECO = Encyclopaedia of Chess Openings).

De acuerdo con el movimiento inicial, las aperturas se pueden dividir en cinco grandes grupos: Las aperturas que aquí hemos llamado "cerradas", "semicerradas" y "de flanco", a menudo se engloban en una única clase general (que asimismo se denomina como "Aperturas cerradas"), dado que el juego suele ser en estos casos parecido y más lento que en las aperturas de peón de rey, al no abrirse con tanta facilidad diagonales y filas para las piezas al principio del juego.

Entre jugadores de un nivel ajedrecístico similar, es frecuentemente en el medio juego donde los oponentes luchan por obtener alguna ventaja que más tarde les asegure ganar la partida.

Sin embargo, a lo largo de los siglos se han ido desarrollando un conjunto de procedimientos tácticos y estrategias características que se aplican en posiciones más o menos parecidas y que todo jugador debe conocer para evitar ser derrotado.

Por final se entiende la etapa del juego siguiente al medio juego (en caso de que la partida no haya terminado aún) y que se caracteriza por un número escaso de piezas.

Sin embargo, un solo error puede convertir una posición ganada en tablas o viceversa, por ello conocer la forma correcta de jugar es esencial.

Estos finales son extremadamente frecuentes y, además, muchas veces, muy difíciles de jugar con corrección.

La razón por la que estos finales son tan frecuentes (y por ello, importantes para el jugador práctico), es que las torres suelen ser las últimas piezas en entrar en acción y, por ello, suelen tardar más en poderse cambiar.

En realidad, no existe una norma clara para definir lo que es apertura, medio juego y final.

Es interesante el hecho de que las propias piezas adquieren características muy distintas según avanza el juego y éste se va simplificando.

El caso más extremo es el del rey, que no vale apenas para nada en la apertura, pues es muy vulnerable.

Sin embargo, al cambiarse algunas piezas, y especialmente peones, las torres ganan tremendamente en fuerza.