Dicha luz puede verse a aproximadamente 64 kilómetros de distancia.
[6] El historiador dominicano Antonio Delmonte y Tejada, en su libro Historia de Santo Domingo (La Habana, 1852), había expresado la idea de erigir un monumento en honor al Almirante, en Santo Domingo.
Ya en 1914 el estadounidense William Ellis Pulliam promovió en la prensa de su país la construcción de un faro monumental en la primera ciudad del Nuevo Mundo.
La idea se torna en un carácter más universal en 1923 durante la celebración en Chile de la Quinta Conferencia Internacional Americana, cuando se decreta que ese monumento debía construirse en cooperación de todos los gobiernos y pueblos de América.
[7] El diseño original fue modificado por el arquitecto dominicano Teófilo Carbonell con la asistencia del ingeniero estructural dominicano William Read para reducir el volumen total de hormigón armado y lograr un menor volumen de materiales.