Según la tradición, la obra fue donada por el papa Gregorio I a la reina Teodolinda en el año 603, como agradecimiento por la conversión al catolicismo de la población longobarda.
Más tarde, la reina donaría el evangeliario a la basílica de San Juan Bautista.
El asentamiento de los pueblos germánicos en las fronteras del Imperio Romano de Occidente, y concretamente la llegada del pueblo longobardo a la península Itálica, implicó una gran mejoría en el trabajo del metal y de la orfebrería con respecto a lo que se había realizado hasta el momento.
Cada tabla, cuyas medidas son 34,10 x 26,50, cuenta con un marco rectangular ornado con motivos florales y trabajado con la técnica de la filigrana.
Se divide en cuatro partes gracias a la cruz, similar a obras coetáneas como la cruz del rey Agilulfo.