Los musulmanes conquistaron el territorio e hicieron prisioneros, entre otros a Orosia y su esposo.
Este portento milagroso vino a dar prestigio a Jaca y su Catedral y ennobleció orígenes del reino de Aragón, que su monarca que Sancho Ramírez estaba consolidando tras la muerte de su padre Ramiro I.
Además, su intervención eliminaba el maleficio del "encortamiento" o "encortadura" que impedía a los recién casados mantener relaciones sexuales.
Al final del trayecto entraban en trance, se arrancaban las vestiduras, arrojaban lejos el calzado y lanzaban gritos sobrecogedores.
Los "espirituados" eran congregados en la capilla de san Miguel y aquí durante la vigilia un sacerdote les bendecía, rociaba con el hisopo y les pasaba los evangelios;[6] si alguno de ellos rompía las ligaduras que ataban sus manos, se consideraba que el demonio había sido arrojado.
La procesión terminaba en la plaza de Biscós, donde los sacerdotes mostraban a la multitud la urna desde el primer piso de un templete que se estima había sido construido en el siglo XVI,[9] al tiempo que uno de ellos, una vez tras otra, subía con una cuerda un cestillo donde los fieles colocaban escapularios, medallas y rosarios para que fueran pasados por la urna.
En 1903 el estado ruinoso del templete antiguo obligó a derribarlo y fue sustituido por otro de mayores dimensiones y más pretencioso que, a su vez, fue demolido por el Ayuntamiento en los años setenta del siglo XX por encontrarse en mal estado.