Su fortuna se dividió entre los hijos y nietos de sus tres matrimonios sucesivos.
Mientras que a su hijo menor, Carlos, le fueron dados el castillo y las tierras de Antoing.
Según una popular leyenda, se dice que Eugenio era un candidato al trono del nuevo país, o por lo menos que los revolucionarios le habrían ofrecido la corona, aunque esto nunca fue confirmado.
La ira popular contra esa medida fue manifestada por el saqueo de su residencia en Bruselas.
El rey Leopoldo I estaba agradecido por lo que inmediatamente lo nombró representante belga en la coronación de la reina Victoria en Londres.
Desde 1842 hasta el derrocamiento del rey Luis Felipe, en 1848, fue embajador de Bélgica en Francia, cargo que sólo una persona rica podía llevar a cabo sin problemas financieros ya que en ese momento, el servicio diplomático exigía una vida social muy activa durante su estancia en París.