Eudemonismo

Aristóteles menciona que para llegar a la vida buena, a la vida contemplativa, hay que comportarse bien, es decir, poseer el conocimiento necesario para poder practicar las virtudes y adquirir el hábito de comportarse de acuerdo con las virtudes.

[1]​ Los seguidores de esta teoría ética afirmaban que no se puede ser siempre plenamente feliz.

La ética cristiana resalta las acciones que se ajustan a los mandamientos de Dios.

Por eso, lo importante es obrar por deber, siguiendo la ley moral, aunque de momento no alcancemos la felicidad futura, en otro mundo.

Es aquí cuando cae la idea de una política totalmente eudemonista perfecta; mientras que la autoridad busca la felicidad del pueblo, quien rige el poder se convierte en tirano al ejercerla conforme a su percepción, pero el pueblo al querer conseguir alcanzar su propia idea de lo que le causa felicidad busca rebelarse contra sus dirigentes.

Kant critica esta política, donde la felicidad no era el principio de la institución del Estado, sino la libertad basada en las leyes universales, siendo destituida por una voluntad general legisladora.