Compró el Molino de Santo Domingo y comenzó a construir el edificio.
Después de algunos problemas con los operarios y la calidad del algodón, para 1835 la fábrica comenzó a hilar de manera constante haciendo honor a su nombre "La Constancia Mexicana".
El empleado se dirigió entonces a Filadelfia para la adquisición de más maquinaria, y por increíble que parezca esta misión de compras fracasó por el hundimiento del navío en Cayo-Hueso-Alcatraces.
Antuñano insistió y mandó construir más maquinaria la cual sufrió una demora por el bloqueo francés a los puertos mexicanos; esta perseverancia hizo a la marquesa Calderón de la Barca apuntar: En 1838, Antuñano incursionó en otros ramos de la industria como fue la fabricación de vidrio plano, loza fina y papel.
Porrúa, S.A. «Carta XXXV, Tomo II, Traducción, prólogo y notas de Felipe Teixidor».