Un esporófito se desarrolla por proliferación celular (mitosis) a partir de un cigoto, formado por fecundación, es decir, la fusión de dos gametos o células sexuales haploides, originados en órganos especializados llamados gametangios que se desarrollan sobre los gametófitos.
Un esporofito independiente es la forma dominante en todos los musgos, colas de caballo, helechos, gimnospermas y angiospermas que han sobrevivido hasta nuestros días.
El cigoto resultante se desarrollaba en la siguiente generación de esporofitos mientras aún se conservaba dentro del preóvulo, la única meiospora o megaspora femenina de gran tamaño contenida en el esporangio o nucelo modificado del esporofito parental.
[3] El esporófito, gracias a su mejor capacidad demostrada evolutivamente para aumentar gradualmente de tamaño y complejidad, ha sido una innovación fundamental para el desarrollo y la evolución de las plantas terrestres.
Éstas, producidas en gran cantidad, son muy resistentes a la desecación porque están impregnadas de esporopolenina, el material biológico más resistente a la descomposición que se conoce.