En el naufragio perdieron la vida más de 500 marineros y oficiales, entre ellos el contralmirante Ali Osman Pasha.
El suceso aún se conmemora como piedra fundacional de la amistad nipo-turca.
Durante los siguientes cuatro días, la tripulación intentó reparar los daños remediando las velas y ajustando los obenques.
A pesar de todos sus esfuerzos, la desintegración del barco era inminente y la única opción era buscar refugio en un puerto cercano.
Después de la operación de rescate, dos supervivientes fueron llevados a Kobe por barcos japoneses, dos más por un acorazado japonés y sesenta y cinco por cañoneras alemanas.