La persona que "se pone como un tomate", reacciona negativamente, sintiéndose avergonzada por ello.No siempre existe un motivo por el cual estar ruborizado, se puede provocar de la nada, desencadenando así, el miedo y vergüenza al rubor.En condiciones normales, el flujo sanguíneo en los vasos cutáneos de resistencia y en el plexo venoso subcutáneo son regulados tanto a nivel neuronal como local.[1] El miedo a sonrojarse hace que la persona se sienta ansiosa, de modo que el mismo miedo al rubor facial puede acabar provocándolo, estableciéndose así un círculo vicioso.Dado que el propio miedo al rubor genera una ansiedad que puede llegar a hacer que el temido rubor aparezca, las situaciones temidas pueden ser cada vez más numerosas, y este miedo puede mantenerse en la edad adulta.