Los ataques suelen ser limitados no llegando a causar graves daños sobre la calidad o la cantidad de la producción.
Hasta entonces, se consideraba que los daños causados eran debidos a desequilibrios nutricionales, sequía o fitotoxicidades.
Posteriormente aparece una triple coloración foliar: la parte central sigue siendo verde, los bordes pasan a ser pardo-rosados y entre las nervaduras las manchas son rojizas en mosaico.
Estos síntomas pueden ser confundidos a veces con virosis (enrollamiento foliar), problemas nutricionales (carencia de potasio o magnesio) u otras enfermedades.
Los daños más graves son causados por los ataques de verano (2° generación) al ser el tiempo cálido y seco.
Entre las prácticas agronómicas son aconsejables las podas destinadas a conservar una amplia superficie foliar, capaces de compensar los posibles daños foliares causados.
Las intervenciones son también efectivos contra otro cicadélido que puede dar problemas Scaphoideus titanus, vector de la flavescencia dorada.
En caso de querer realizar una intervención química específica contra este insecto, se deben utilizar productos autorizados en el cultivo a tratar.
Normalmente, los tratamientos a primera hora de la mañana, cuando los insectos están menos móviles, son más efectivos.