En 1925 le fue concedido el Premio Rivadeneyra y un año más tarde, 1926, obtuvo el doctorado.
En 1948, en colaboración con Samuel Miklos Stern, García Gómez publicó un trabajo con el que descubre la existencia de las jarchas: 20 jarchas, o jaryas, encontradas en manuscritos semidestruidos en la guenizá de la Sinagoga de Fostat, en El Cairo, lo que dio argumentos suficientes para apoyar la tesis del origen árabigo-andaluz de la lírica románica, desbancando otras teorías anteriores que situaban su origen en la lírica provenzal.
[5] Aunque el formidable tratado del cordobés Ibn Hazm, El collar de la paloma, sobre el amor y los amantes, había sido traducido con anterioridad por autores europeos, hizo una inmejorable traducción del mismo prologada por Ortega y Gasset.
En otras obras abordó la Literatura comparada, la métrica árabe, las jarchas, la paremiología, los zéjeles de Ben Quzmán –“la voz en la calle”–, los tratados sobre Ordenanzas del zoco o la alambicada y sutil poesía epigrafiada de la Alhambra a la que consagró los últimos años de su existencia.
Sus dos postreras publicaciones las dedicó al alcázar de los nazaríes, la Alhambra: Poemas árabes en los muros y fuentes de la Alhambra[6] y Foco de antigua luz sobre la Alhambra,[7] dos libros capitales sobre el conjunto monumental que mejor y más completo nos ha llegado del Medioevo islámico.