El sueño del pongo
El pongo se portaba muy servicial; no hablaba con nadie; trabajaba callado y comía solo.Incluso los demás siervos no podían contener la risa al ver tal espectáculo.Y así pasaron varios días, hasta que una tarde, a la hora del rezo habitual, cuando el corredor estaba repleto de la gente de la hacienda, el pongo le dijo a su patrón: "Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte".El ángel mayor, levantando la copa, derramó la miel en el cuerpo del hacendado y lo enlució con ella desde la cabeza hasta los pies.El viejo ángel rejuveneció y quedó vigilando para que la voluntad de San Francisco se cumpliera.Los indios sirven al patrón como labradores de sus tierras (colonos) o sirvientes (pongos).Este cuento nos hace meditar sobre la condición inhumana en la que mucha gente se halla todavía sumida, expresada en diversas formas de explotación, discriminación y humillación sistemática, y que sobrellevan tal condición ante la indiferencia o complacencia del resto.Ante la imposibilidad de que el oprimido y humillado pueda revertir su situación, fruto de un aberrante sistema socioeconómico o cultural demasiado arraigado, el escritor nos muestra cómo la imaginación puede ser un recurso para conllevar tal situación extrema, y como mediante esta se puede guardar la ira y el resentimiento que inevitablemente habrá de estallar en algún momento, ya sea expresándola indirectamente al opresor, como lo hace el pongo o bien por la vía directa de la violencia, ambas salidas ciertamente muy legítimas.