Este cuadro trata el tema del circo, frecuentado en esos mismos años 1880 por otros autores como Renoir, Degas y Toulouse-Lautrec.
Seurat lo trata con la técnica puntillista, en un cuadro en el que predomina el color amarillo.
Seurat redujo su paleta a cuatro colores principales, con sus tonos intermedios, en estado puro; predominan el amarillo y el violeta, complementarios.
Usaba esos colores en estado puro, mediante pequeños toques yuxtapuestos que se fundían en la retina del espectador.
Realizó numerosos bocetos para esta obra y la dejó incompleta.