Es entonces cuando Gregorio Cruzada Villaamil las descubre y envía al Museo del Prado.
Su corto formato indica que fue colgada como adorno en una ventana, un balcón, una sobrepuerta o hasta una rinconera.
Un cazador con escopeta gira hacia atrás y recoge la correa de sus dos perros.
El hombre luce bien integrado con la naturaleza y con el perro, al que pareciera incitar a la tarea cinegética.
Los colores y luces recuerdan al barroco italiano, cuyas obras maestras había contemplado el aragonés en su viaje a la península itálica en 1771.