El arte de la memoria

El arte de la memoria es un libro escrito por la historiadora británica Frances Amelia Yates (1899-1981) en 1966.

Para poder ser identificados, Simónides recordaba el orden en que estaban sentados y así se pudo reconocer la identidad de los fallecidos.

Inicialmente, la memoria se consideraba como una parte importante de la retórica, pues era una técnica que permitía al orador recordar discursos largos con precisión.

Hoy conocemos a este sistema como mnemotecnia y consiste en dos cosas: lugares e imágenes.

Según Yates, las fuentes latinas que hablan del tema son el De oratore, Cicerón; ad Herennium, anónimo; Instituto oratoria, Quintiliano.

Además es importante hacer revisiones mentales constantes de los lugares e imágenes que hemos creado.

Para recordar este caso primero imaginamos un lugar, que puede ser la habitación del hombre envenenado.

Luego imaginamos a un abogado sosteniendo una copa en la mano derecha, tablillas en la izquierda y, además, unos testículos de carnero.

De esta forma cada objeto representa la sentencia en general: la copa en envenenamiento, las tablillas el testamento del muerto, y los testículos los testigos -que en latín eran testes-.

En un poema llamado Dialexeis (400 a. C.) se narra lo siguiente:Ésta es la primera cosa: si prestas atención [enderezas tu mente], la facultad de juzgar percibirá mejor las cosas que circulan por ella [la mente] En segundo lugar, vuelve a repetir lo que oyes; pues oyendo y diciendo a menudo las mismas cosas, lo que has aprendido entra por completo en tu memoria.

Platón va a influir en el arte mnemotécnico del Renacimiento y Aristóteles en la escolástica medieval.

Además, la memoria -que sería una facultad del alma sensitiva- no es ajena a la Prudencia -facultad racional-, pues es una reminiscencia que está en la parte racional humana.

Para Yates esto supone un rasgo singular de la escolástica medieval, pues esta se caracterizaba por una alta abstracción y gran devoción por la racionalidad; pero aquí vemos que se usan metáforas y la imaginación.

También la preferencia por la noche para el repaso de las imágenes, pues así se moverían ordenadamente.

Su teoría del conocimiento postula que el hombre no puede entender sin imágenes.

Es decir, la imagen de una cosa permite captar su universal: nihil potest homo intelligere sine phantasmate.

Giotto produjo obras similares, representando virtudes y vicios en base a imágenes dramáticas que ayuden su fijación en la memoria.

También el infierno empieza a ser representado, dividido por vicio, lo cual se consideran lugares específicos para la memoria.

Continúa Yates teorizando si quizás los motivos del naciente arte gótico tuviesen estos fines memorísticos.

Cicerón
Instituto Oratoria, Quintiliano
Caridad, Fresco de Giotto, c. 1305
Envidia, Fresco de Giotto, c. 1305.
Lugares del infierno, Nardo di Cione, c. 1354