En el rancho de don Liborio se celebra una fiesta con guitarras, cantos y taba.
Todo el paisanaje, facón en mano, rodea al recién llegado; pero Don Liborio, para quien el huésped es sagrado, sale en defensa de su invitado, y mientras la gente se va, llevándose sus temores, el anciano se queda en el rancho vigilando.
Pedro Cruz promete dedicarse a las faenas del campo; bajo tal condición el viejo acepta.
Llegan en ese momento los peones vecinos, hasta juntarse todo el pago, para buscar al Matrero oculto en el pajonal: lo traerán vivo o muerto.
La música de Boero combina hábilmente efectos sonoros propios del folclore argentino con elementos melódicos italianizantes y frases veristas.
Sirviéndose del recitativo, el arioso o el aria, logró adecuar exitosamente un texto plagado de modismos locales.
[1] Felipe Boero fue pionero en utilizar libretos en castellano, abriendo la puerta a un importante desarrollo literario del género en español y con ella, llegó a plasmar una de las obras más representativas del teatro lírico de su país.
[1] Fue adaptada al cine por Orestes Caviglia en 1939, contando con las actuaciones de Agustín Irusta y Amelia Bence.